COMUNICACIÓN

Julio 2024
Sabías que los animales son sujetos de protección del Estado desde la constitución de Colombia de 1991 y mucho antes la Ley 9 de 1972 ordenó la creación de las Juntas Defensoras de Animales y que mediante la Ley 84 de 1989 se otorgó una protección especial contra el sufrimiento y el dolor.
Me presento: soy Otto, un perrito más de la calle, he recorrido Tauramena de arriba abajo, siempre me ha gustado vivir entre el parque Centenario y la calle donde queda la “Master”. Me encanta el bullicio, en especial en la noche; algunas veces los humanos me dan comida y me consienten, hasta duermen conmigo en el piso. Soy un peludo de color negro y me encanta correr detrás de esos aparatos que hacen rurrrrrrrrrrrrr donde se montan los humanos.
Mi historia inicia el día 31 de julio de 2022 cuando mis cuidadores por descuido, yo lo llamó descuido, aunque las personas que he conocido lo nombran como abandono, pero a mí no me gusta esa palabra. Por descuido me dejaron en una calle cerca del parque, estaba pequeño, tenía 6 meses; mi hocico estaba lleno de papilomas (unas bolitas que crecieron como un enjambre), tenía una infección horrible y me dolía muchísimo.
Luego de unas horas de deambular, hambriento y triste, busqué refugio: entré a un local comercial, allí conocí a una señora muy amable, mi aspecto no era el mejor, creo que la asusté. Pero no fue mi intención, solo estaba enfermo y desorientado, no entendía qué sucedía. Sin embargo, estoy profundamente agradecido con ella, pues buscaste ayuda, ¡y guao, qué ayuda! Al rato llegó una humana increíble, de piel blanca y cabello dorado, con un olor particular que me hacía sentir en casa. Con una voz dulce me habló, decidí salir de donde estaba escondido, me ofreció comida y agua; eso me tranquilizó mucho.
En minutos llegaron otros humanos vestidos de verde que me llevaron a un sitio donde me recibieron un montón de amigos peludos, un tanto enfermos como yo, y una humana, tal vez más dulce que la anterior. Sus manos me tocaron con una ternura que no pensé que existiera, me colocaron una correa y me fui con ella. Pronto llegué a una clínica veterinaria, el médico me tocó por todos lados y luego sentí un pinchazo; solo les puedo decir que oí la palabra anestesia y me dormí profundamente…
Así inició mi nueva vida. Y ahora soy un Periodista Peludo. Por las calles de estas páginas nos seguiremos viendo. Sé que juntos aprenderemos mucho. Hasta pronto, Amigo Lector, ¡guao, guao!